Hace un mes, en Naranjal, nuestro cantón fue declarado como el segundo, a nivel provincial, con el mayor índice de muertes violentas y hechos delictivos. Al igual que Naranjal, Daule y El Empalme, autoridades policiales y de la Gobernación del Guayas anunciaron una “intervención” que ayudaría, supuestamente, a frenar todos estos acontecimientos.
Sin embargo, cerramos el 2020 con 4 muertes en diciembre y en lo que va de este 2021 ya registramos dos asesinatos: uno por gresca entre pareja y otro por ajuste de cuentas. En el primero, afortunadamente, el autor fue capturado.
La preocupación es evidente en los milagreños pues se nos está haciendo costumbre conocer a través de transmisiones simultáneas de la prensa local, sobre los asesinatos que se cometen en similares circunstancias: llegan dos sujetos en moto, identifican a la víctima y le propinan al menos tres impactos de bala.
Si bien las víctimas de estos atentados son personas con antecedentes penales, no justifica que deban ser asesinadas. Eso demuestra que el sistema de justicia es tan débil, que a sabiendas de lo peligroso que son o de los riesgos que corren, prefieren dejarlos en libertad, muchas veces, sin haber pagado por los delitos cometidos.
Y es ahí cuando las organizaciones delictivas aprovechan, pues van eliminando uno por uno a sus rivales, por una disputa de territorio o simplemente, por las represalias que se tienen entre sí. A propósito, una de las 4 víctimas mortales de diciembre pasado, no tenía antecedentes y a decir de las autoridades era una “persona sana”. Sin embargo, su asesinato fue como venganza por su hermano, quien se encuentra privado de libertad y mantiene problemas con una temerosa organización delictiva.
En fin, enumerar las causas por las cuales se están matando en Milagro, sería redundar. Aquí lo que debe preocuparnos es qué tienen pensado hacer las autoridades para evitar más muertes bajo modalidad sicariato. ¿Qué pasó con la intervención? ¿en qué consiste? Porque hasta ahora, no se ha visto incremento de policías y mucho menos la presencia de militares.
En Milagro no hay respeto ni por el toque de queda, peor aún a la ordenanza que regula el uso de motocicletas. Hago mención a esto porque en cada informe sobre asesinato, es lo primero que cuestionan los espectadores. Y son esos mismos espectadores los que se quejan cuando hacen operativos de control para frenar la informalidad o evitar que dos personas sin parentesco alguno se movilicen en una motocicleta.
Mientras no se adopten medidas más drásticas y sobre todo que sean respetadas, Milagro no dejará de ser inseguro.
Por Miguel Laje
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